El grupo “Despiértate” en Esquel demuestra que el arte es un lenguaje universal que borra barreras y visibiliza el talento, no las limitaciones.
El pulso de la música llena el espacio. Cuerpos en movimiento se entrelazan en una coreografía que no sigue un solo ritmo, sino una sinfonía de ritmos, de historias. En el corazón de Esquel, en la Patagonia Argentina, el grupo “Despiértate” ha transformado la danza en un manifiesto de vida. Y en el centro de todo, con una mirada profunda y una pasión desbordante, está su director artístico, Attián Dalgo.
“Hace nueve años que estamos trabajando y fue una práctica que se fue resignificando en el tiempo, fue cambiando de color,” comparte Attián, de 33 años. “Hoy en día podemos decir que estamos habitando la inclusión real.”
“Si me mirás, existo”

En su Tucumán natal, un encuentro fortuito cambió su vida y, con ella, la de muchas otras personas. La chispa inicial fue la de un estudiante con discapacidad que solo quería bailar. Lejos de la mirada compasiva que suelen recibir, este joven se encontró con la mirada de un maestro dispuesto a ver más allá. Attián recuerda sus palabras: “Para usted es fácil, para mí no es fácil porque voy a un lugar y después me dicen que no vaya, buscan la manera de decirme que haga otro abordaje más terapéutico y yo quiero bailar”. Ese reclamo, directo y honesto, lo interpeló profundamente. Sin dudarlo, Attián lo llevó a una sala y le puso música. El joven bailó. Y en ese instante, no era un joven con discapacidad, sino un artista en toda su expresión. “No fue la discapacidad de él lo que lo hizo brillar, sino el talento innato que tenía y que solo necesitó de alguien que lo mire y lo haga existir”, reflexiona. Finalmente ese alumno, hizo una presentación con la canción “Thriller” de Michael Jackson, y generó un punto de quiebre. El público no vio una limitación, vio al artista.
Un despertar a la verdadera inclusión
El proyecto creció, se expandió, y con él, la visión de su creador. “El primer grupo de baile, el destinatario decía ‘personas con discapacidad'”, cuenta Dalgo. Pero la verdadera evolución vino de la mano de los propios estudiantes. “Uno de los pibes un día me dijo: ‘Profe, ¿por qué no podemos estar con otros bailarines que no tengan discapacidad?’ y esa pregunta fue un “despertar” para mí, que crecí como humano y así nació “Despiértate”, recuerda Attián.
Hoy, el grupo está compuesto por 33 personas, una “convivencia plural”, un tejido humano donde conviven distintas edades, habilidades y trayectorias. Aquí, la pregunta no es quién necesita a quién. “Una de las últimas hipótesis que tenemos en el grupo es ¿quién apoya a quién? Porque nos dimos cuenta en esta convivencia de nueve años que todos necesitamos del otro,” afirma Attián. En esta danza de la vida, cada persona es un apoyo, una fuerza, un pilar para el otro.
El trabajo en el grupo se centra en la improvisación y en la singularidad de cada individuo. “Nosotros trabajamos sobre las singularidades de cada uno, eliminando las barreras que se encuentran en el contexto y no en la persona,” explica. Es un enfoque que va más allá de un simple título académico o certificación; se basa en la conexión humana y la voluntad de entender y apoyar. “Lo más importante en realidad son las ganas, el querer apostarle a la convivencia con el otro, conocerlo, preguntarle qué necesita.”

Segundo Encuentro de Arte inclusivo
Más allá de los escenarios, “Despiértate” busca generar un cambio social a través de encuentros de arte inclusivo. El sábado 12 de septiembre se presentó en el Centro Cultural Melipal de Esquel, el segundo encuentro “Si me mirás, existo”, donde hubo ponencias de teatro inclusivo, de yoga accesible, una práctica que realizan profesoras de yoga de profesión kinesiólogas.
“La finalidad de los encuentros es fomentar la inclusión de la diversidad en todas sus manifestaciones, visibilizar las prácticas artísticas de referentes activos acá en la localidad que trabajan desde el eje de la inclusión, mostrando específicamente qué apoyos usan, y la importancia de reflexionar sobre habilitar espacios accesibles para todos y para todas. Queremos que se multipliquen los espacios de accesibilidad cultural”, destaca Attián.
Y en ese camino, las devoluciones del público son un motor. “Con cada presentación que realizamos logramos que el público pueda mirarnos como artistas y no puedan mirar primero la discapacidad”, confiesa. Esas miradas, que han cambiado con los años, son el reflejo del impacto de su trabajo: un arte que sana, que comunica, que permite a las personas expresarse con el cuerpo, con una mirada, con un gesto.
El próximo 13 de diciembre, el grupo presentará un nuevo proyecto que busca “mostrar la diversidad de cuerpos, queremos mostrar los tiempos que tiene cada uno, pero también jugando a esto de quién es quién, porque nos parece lindo interpelar al público”. El objetivo es desafiar las preconcepciones y mostrar la belleza de lo que “somos en el escenario y el camino hacia ser desvergonzadamente uno mismo”.
Para Attián, su mayor sueño personal es “dejar algo en el otro”. Y ese legado ya está germinando. “Soy consciente que hoy en día si yo no puedo estar al frente de la práctica, hay muchas personas del grupo que se van a poder hacer cargo, yo estoy convencido que van a multiplicar otros espacios el día de mañana por el corazón que le ponen día a día a esta práctica”.
El arte, para él, es un acto de reciprocidad. Un gesto de devolver lo que la vida le ha dado, un favor que se replica. “Si alguien no tiene para pagar la cuota, la cuota es como algo simbólico. Puede venir, no pasa nada, porque yo en algún momento no tuve esa oportunidad de pagar”, comparte, recordando una historia personal que le impide negar a otros la oportunidad de soñar y de bailar.
El arte de “Despiértate” es mucho más que una coreografía. Es un manifiesto de resistencia, de alegría, de pertenencia. Un recordatorio de que la verdadera magia no está en la perfección del movimiento, sino en la autenticidad de cada paso, de cada mirada, de cada alma que se atreve a brillar.



